El Centro de Artes Integradas de Los Ángeles (CAI Proyect LA) rinde homenaje a la obra poética de Andrés Eloy Blanco, el poeta venezolano que dejó una huella indeleble en la cultura hispana.
Andrés Eloy Blanco fue uno de los poetas más importantes de Venezuela y de la literatura hispanoamericana. Su obra abarca desde la lírica popular hasta la poesía social y política, pasando por el humor y la sátira. Su influencia se extiende desde la élite intelectual hasta la imaginería popular, y sus versos se recitan en fiestas, escuelas y plazas públicas.

Hablar de Lorca en España es como hablar de Andrés Eloy Blanco en Venezuela. Su popularidad es comparable a la del gran poeta español, al que admiraba profundamente y con el que compartió un compromiso político que marcó su vida pública con cárcel y exilio. Pero a pesar de su vasto legado literario y político, es en la poesía donde la huella de Andrés Eloy Blanco ha quedado indeleblemente grabada en nuestra conciencia colectiva.
¡Queridos amigos, celebramos hoy con ustedes su obra poética, que con la de Lorca guarda también la maravillosa coincidencia de nuestra lengua! ¡Salud!
El Centro de Artes Integradas (CAI) nace de la necesidad de reunir en la ciudad de Los Ángeles artistas de diversas disciplinas que comparten una misma lengua, el español.
Con la colaboración de Maricruz Cummins, Lourdes Orueta, Mimi Lazo, Javier Gutiérrez Mañas, Amara Barroeta, Robert Avellanet, Carolina Rodríguez, Diego Álvarez, Luis Fernández y Kalinka Corbacho.
Producción: Kalinka Corbacho.
Selección de poemas: Mimi Lazo.
Dirección: Luis Fernández.
Gracias a la labor de la Embajada de España, la Casa de España y el Instituto Cervantes, en una ciudad como Los Ángeles, nuestro idioma ha pasado de ser la lengua del inmigrante a celebrarse en toda su dimensión e importancia cultural.
CAI Project LA es una institución cultural sin ánimo de lucro que promueve el arte y la cultura hispana en Estados Unidos.
PLEITO DE AMAR Y QUERER
Me muero por preguntarte
si es igual o es diferente
querer amar y si es cierto
que yo te amo y tú me quieres.
—Amar y querer se igualan
cuando se ponen parejos
el que quiere y el que ama.
—Pero es que no da lo mismo;
dicen que el querer se acaba
y el amar es infinito,
amar es hasta la muerte
y querer hasta el olvido.
—Dile al que te cuente historias
que el mundo es para querer
y amar es la misma cosa.
—Querer no es amar. Amando
hay tiempo de amarlo todo:
a Dios, al Esposo, al mundo,
tocar el borde y el fondo
y amar al hijo del Pueblo
como al hijo del Esposo.
—¿Querer es ser para uno
y amar es ser para todos?
—No; amar es amar y amar,
es como amar de dos modos:
a unos como hijos de Dios
y como a Dios, a uno solo.
—¿Amar y querer? Parece
que amar es lo que abotona
y querer lo que florece.
—Dicen que amar no hace daño
donde querer deja huella.
—Si querer es con la uña
donde amar es con la yema…
—Querer es lo del deseo
y amar es lo del servicio,
querer puebla los rincones,
amar puebla los caminos,
queriendo se tiene un gozo
y amando se tiene un hijo.
—Amar es con luz prendida,
querer, con luz apagada,
en amar hay más desfile
y en querer hay más batalla.
—Luego querer no es amar,
querer es guerra con guerra
y amar es guerra con paz…
—Querer no es lo que tú sientes;
querer no es lo que tú piensas;
tu querer de agua tranquila
ni bulle, ni arrastra piedras.
Querer no es esa apacible
ternura que no hace huella.
Querer es querer mil veces
en cada vez que se quiera.
Querer es tener la vida
repartida por igual
entre el amor que sentimos
y la plenitud de amar:
es no dormir por las noches,
es no ver de día el sol,
es amar, sin dejar sitio
ni para el amor de Dios:
es tener el corazón
entre las manos guardado
y si Ella pasa, sentir
que se nos abren las manos;
es tener un niño preso
y envejecido en la cuna;
querer es brasa, que vive
de la propia quemadura;
es no reír, porque hay algo
de lágrima en la sonrisa,
es no comer, porque sabe
a corazón la comida.
Es haber amanecido
sin habernos explicado
cómo, sin haber dormido,
pudimos haber soñado.
—Todo eso es querer y amar
y amar es más todavía,
porque amar es la alegría
de crearse y de crear.
Es algo como una idea
que inventa lo que se quiere,
porque al quererlo lo crea:
No hay un hombre que supere
a la versión que de ese hombre
da la mujer que lo quiere;
ni existe mujer tan bella,
ni existe mujer tan pura
como la que se figura
el hombre que piensa en ella.
Por eso, al estarte amando,
si con un amor te quiero
con otro te estoy creando
y tú, en el querer que sientas,
si con un querer me quieres
con otro querer me inventas.
Pero allí no se detiene
la creación del amor
e inventa un mundo mejor
para el que ni mundo tiene.
Y el amor se vuelve afán
de gritarle al pordiosero:
—Quiero y porque quiero, quiero
que nadie te quite el pan;
que nadie te quite el vino,
que no te duela en los pies
la limosna del camino;
que te alces, alzado y frío
el puño de tu derecho,
prestado en rabia a tu pecho
el amor que hay en el mío.
Del obrero y sus quereres
todo el rescoldo se vea
cuando haga la chimenea
suspirar a los talleres
y en la voz del campesino
vaya un poco de mi amor,
como de savia en la flor,
como de agua en el molino;
y así el amor es caricia
que se nos va de las manos
para servicios humanos
en comisión de justicia.
Amar es querer mejor
y si le pones medida
te resulta que el amor
es más ancho que la vida;
Amar es amar de suerte
que al ponerle medidor
te encuentras con que el amor
es más largo que la muerte
y en el querer lo estupendo
y en el amar lo profundo
es que algo le toque al mundo
de lo que estamos queriendo.
SILENCIO
Cuando tú te quedes muda,
cuando yo me quede ciego,
nos quedarán las manos
y el silencio.
Cuando tú te pongas vieja,
cuando yo me ponga viejo,
nos quedarán los labios
y el silencio.
Cuando tú te quedes muerta,
cuando yo me quede muerto,
tendrán que enterrarnos juntos
y en silencio;
y cuando tú resucites,
cuando yo viva de nuevo,
nos volveremos a amar
en silencio;
y cuando todo se acabe
por siempre en el universo,
será un silencio de amor
el silencio.
COPLAS DEL AMOR VIAJERO
Ya pasaste por mi casa,
a flor de ti la sonrisa...
Fuiste un ensueño de gasa;
fuiste una gasa en la brisa...
Te vi flotar en la bruma
que tu blancura aureola,
como un boceto de espuma
sobre un pedestal de ola.
Yo que he buscado el lucero
que a Belén lleve el camino,
preso por lazos de acero
al potro de mi destino
Pensé: -En sus brazos, con ella,
¡Romperé acero tus lazos!
¿Para qué quiere una estrella
quien tiene al cielo en los brazos?
Y tan cerca llegue a verte
que te rozaba mi dedo...
Tuve miedo de quererte
y ya es querer, tener miedo.
Ansiosos se han emboscado
en mis ojos, mis antojos,
y tú también me has besado
veinte veces con los ojos.
Y tu mano pasionaria,
aquella noche huyó en vano,
porque mi mano corsaria
fue gavilán de tu mano.
Y he sentido que temblaban
tus labios en el café,
cuando mis pies se angustiaban
acorralando tu pie...
Pero te vas, sin dejar
ni una huella en el camino...
Sombra azul que cruza el mar
la borra el azul marino
No sé si me olvidarás
ni si es amor este miedo;
yo sólo sé que te vas,
yo sólo se que me quedo.
Tal vez mañana, un mañana
remoto, traiga a tu lado,
con el sol, por tu ventana,
un rayo azul del pasado.
Releyendo viejas cosas
y evocando cosas idas,
entre amarillentas rosas
y epístolas desvaídas.
Encontrarás al acaso
estas coplas del camino,
como en el fondo de un vaso
roto una mancha de vino.
Al oído de una nieta
tu voz de abuela hablará:
-Son los versos de un poeta
que no sé si existe ya...
Ella dirá: -¿Cómo era?-
¿Cruzará ignotos países
y cual tu, sombra viajera,
tendrá los cabellos grises?
Yo, entre tanto, junto al mar,
esperaré tu venida
y en un eterno esperar
se me pasará la vida.
Vida traidora, por quien
todo este sueño se muere,
si no te hice ningún bien,
¿por qué tu mano me hiere?
Mi voz querrá ensordecer
al propio mar con su llanto:
¿por qué no la vuelvo a ver,
mi Dios, si la quiero tanto?
Y mi canción irá sola
hacia donde tú te pierdes...
donde ella pase, la ola
tendrá un dolor de aguas verdes...
No sé si me olvidarás
ni si es amor este miedo;
yo sólo sé que te vas,
yo sólo sé que me quedo.
Y que si te quise ayer,
hoy te siento más tirana
y si así crece el querer
¡Cómo te querré mañana!
GRACIAS
Gracias mujer; tú me quisiste un poco,
nunca soñé tener cuanto me diste,
siguiendo otra visión, estaba loco;
buscando otro placer, estaba triste…
En mi espejismo, nunca llegué a verte,
ni te sentí, ni te soñé siquiera;
pero así es el amor, como la muerte,
que cuando va a llegar, nadie la espera.
Buscaba otra mujer, y del follaje
surgiste tú, integral en mi vacío.
Así vamos, sedientos, en un viaje,
y en pleno viaje, nos detiene un río.
Toma un beso, otro beso, hasta con llanto
voy pagando el amor que te debía.
Gracias, mujer que me has querido tanto…
Pero no es esto lo que yo quería…
LOS HIJOS INFINITOS
Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.
Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ¡ay! es suyo o si la sangre es nuestra.
Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño
que acompaña a la ciega
y las Meninas y la misma enana
y el Príncipe de Francia y su Princesa
y el que tiene San Antonio en los brazos
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.
Y cuando se tienen dos hijos…
…se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran,
con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los que Paul Fort quería con las manos unidas
para que el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas afuera,
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta,
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
O el modo de alumbrar de las estrellas.
PALABREO DE LA LOCA LUZ CARABALLO
De Chachopo a Apartadero
caminas, Luz Caraballo,
con violeticas de mayo,
con carneritos de enero;
inviernos del ventisquero,
farallón de los veranos,
con fríos cordilleranos,
con riscos y ajetreos,
se te van poniendo feos
los deditos de tus manos.
La cumbre te circunscribe
al sólo aliento del nombre,
lo que te queda del hombre
que quién sabe dónde vive:
cinco años que no te escribe,
diez años que no lo ves,
y entre golpes y traspiés,
persiguiendo tus ovejos,
se te van poniendo viejos
los deditos de tus pies.
El hambre lleva en sus cachos
algodón de tus corderos,
tu ilusión cuenta sombreros
mientras tú cuentas muchachos;
una hembra y cuatro machos,
subida, bajada y brinco,
y cuando pide tu ahínco
frailejón para olvidarte
la angustia se te reparte:
uno, dos, tres, cuatro, cinco.
Tu hija está en un serrallo,
dos hijos se te murieron,
los otros dos se te fueron
detrás de un hombre a caballo.
“La loca Luz Caraballo”
dice el decreto del Juez,
porque te encontró una vez,
sin hijos y sin carneros,
contandito los luceros:
...seis, siete, ocho, nueve, diez...
REGRESO AL MAR
Siempre es el mar donde mejor se quiere,
fue siempre el mar donde mejor te quise;
al amor, como al mar, no hay quien lo alise
ni al mar, como al amor, quien lo modere.
No hay quien como la mar familiarice
ni quien con la ola persevere,
ni el que más diga en lo que vive y muere
nos dice más de lo que el mar nos dice.
Vamos de nuevo al mar; quiero encontrarte
la hora más azul para besarte
y el lugar más allá para quererte,
donde el agua es al par agua y abismo,
en la alta mar, en donde el aire mismo
se da un aire al amor y otro a la muerte.
CANTO DE LOS HIJOS EN MARCHA
Madre, si me matan,
que no venga el hombre de las sillas negras;
que no vengan todos a pasar la noche
rumiando pesares, mientras tú me lloras;
que no esté la sala con los cuatro cirios
y yo en una urna, mirando hacia arriba;
que no estén las mesas llenas de remedios,
que no esté el pañuelo cubriéndome el rostro,
que no venga el mozo con la tarjetera,
ni cuelguen las flores de los candelabros
ni estén mis hermanas llorando en la sala,
ni estés tú sentada, con tu ropa nueva.
Madre, si me matan,
que no venga el hombre de las sillas negras.
Lléname la casa de hombres y mujeres
que cuenten el último amor de su vida;
que ardan en la sala flores impetuosas,
que en dos grandes copas quemen melaleuca,
que toquen violines el sueño de Schuman;
los frascos rebosen de vino y perfumes;
que me miren todos, que se digan todos
que tengo una cara de soldado muerto.
Lléname la casa
de flores regaladas, como en una selva.
Déjame en tu cuarto, cerca de tu cama;
con mis cuatro hermanas, hagamos consejo;
tenme de la mano, tenme de los labios,
como aquella noche de mi padre muerto,
y al cabo, dormidos iremos quedando,
uno con su muerte y otro con su sueño.
Madre, si me matan,
que no venga el coche para los entierros,
con sus dos caballos gordos y pesados,
como de levita, como del Gobierno.
Que si traen caballos, traigan dos potrillos
finos de cabeza, delgados de remos,
que vayan saltando con claros relinchos,
como si apostaran cuál llega primero.
Que parezca, madre,
que voy a salirme de la caja negra
y a saltar al lomo del mejor caballo
y a volver al fuego.
Madre, si me matan,
que no venga el coche para los entierros.
Madre, si me matan,
y muero en los bosques o en mitad del llano,
pide a los soldados que te den tu muerto;
que los labradores y las labradoras
y tú y mis hermanas, derramando flores,
hasta un pueblo manso se lleven mi cuerpo;
que con unos juncos hagan angarillas,
que pongan mastranto y hojas y cayenas
y que así me lleven hasta un cementerio
con cerca de alambres y enredaderas.
Y cuando pasen los años
tráeme a mi pedazo, junto al padre muerto
y allí, que me pongan donde a ti te pongan,
en tu misma fosa y a tu lado izquierdo.
Madre, si me matan,
pide a los soldados que te den tu muerto.
Madre, si me matan, no me entierres todo,
de la herida abierta sácame una gota,
de la honda melena sácame una trenza;
cuando tengas frío, quémate en mi brasa;
cuando no respires, suelta mi tormenta.
Madre, si me matan, no me entierres todo.
Madre, si me matan,
ábreme la herida, ciérrame los ojos
y tráeme un pobre hombre de algún pobre pueblo
y esa pobre mano por la que me matan,
pónmela en la herida por la que me muero.
Llora en un pañuelo que no tenga encajes;
ponme tu pañuelo
bajo la cabeza, triste todavía
por la despedida del último sueño,
bajo la cabeza como casa sola,
densa de un perfume de inquilino muerto.
Si vienen mujeres, diles, sin sollozos:
- ¡Si hablara, qué lindas cosas te diría!
Ábreme la herida, ciérrame los ojos…
Y una palabra: JUSTICIA
escriban sobre la tumba
Y un domingo, con sol afuera,
vengan la Madre y las Hermanas
y sonrían a la hermosa tumba
con nardos, violetas y helechos de agua
y hombres y mujeres del pueblo cercano
que digan mi nombre como de su casa
y alcen a los cielos cantos de victoria,
Madre, si me matan.
LA RENUNCIA
He renunciado a ti. No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella...
hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba...
He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;
Como el que ve partir grandes navíos
como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos brÍos
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
Como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.
He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que
su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales en los
escaparates de las confiterías...
He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, !cuantas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!
Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño...
ANGELITOS NEGROS
¡Ah mundo! La Negra Juana,
¡la mano que le pasó!
Se le murió su negrito,
sí señor.
—Ay, compadrito del alma,
¡tan sano que estaba el negro!
Yo no le acataba el pliegue,
yo no le acataba el hueso;
como yo me enflaquecía,
lo medía con mi cuerpo,
se me iba poniendo flaco
como yo me iba poniendo.
Se me murió mi negrito;
Dios lo tendrá dispuesto;
ya lo tendrá colocao
como angelito del Cielo.
—Desengáñese, comadre,
que no hay angelitos negros.
Pintor de santos de alcoba,
pintor sin tierra en el pecho,
que cuando pintas tus santos
no te acuerdas de tu pueblo,
que cuando pintas tus Vírgenes
pintas angelitos bellos,
pero nunca te acordaste
de pintar un ángel negro.
Pintor nacido en mi tierra,
Con el pincel extranjero,
Pintor que sigues el rumbo,
De tantos pintores viejos,
Aunque la virgen sea blanca,
Píntame angelitos negros,
Que también se van al cielo,
Todos los negritos buenos…
No hay pintor que pintara
angelitos de mi pueblo.
Yo quiero angelitos blancos
con angelitos morenos.
Ángel de buena familia
no basta para mi cielo.
Si queda un pintor de santos,
si queda un pintor de cielos,
que haga el cielo de mi tierra,
con los tonos de mi pueblo,
con su ángel de perla fina,
con su ángel de medio pelo,
con sus ángeles catires,
con sus ángeles morenos,
con sus angelitos blancos,
con sus angelitos indios,
con sus angelitos negros,
que vayan comiendo mango
por las barriadas del cielo.
Pintor, si pintas con amor,
¿Por qué desprecias mi color?
Si sabes que en el cielo
También nos quiere Dios…
Si al cielo voy algún día,
tengo que hallarte en el cielo,
angelitico del diablo,
serafín cucurusero.
Si sabes pintar tu tierra,
así has de pintar tu cielo,
con su sol que tuesta blancos,
con su sol que suda negros,
porque para eso lo tienes
calientito y de los buenos.
Aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
Pintor, si pintas con amor,
¿Por qué desprecias mi color?
Si sabes que en el cielo
También nos quiere Dios…
No hay una iglesia de rumbo,
no hay una iglesia de pueblo,
donde hayan dejado entrar
al cuadro angelitos negros.
Y entonces, ¿adónde van,
angelitos de mi pueblo,
zamuritos de Guaribe,
torditos de Barlovento?
Pintor de santos de alcoba,
Si tienes alma en el cuerpo
Por qué al pintar en tus cuadros
Te olvidaste de los negros…
Pintor que pintas tu tierra,
si quieres pintar tu cielo,
cuando pintas angelitos
acuérdate de tu pueblo
y al lado del ángel rubio
y junto al ángel trigueño,
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
Siempre que pintas iglesias
Pintas angelitos bellos,
Pero nunca te acordaste…
¡De pintar un ángel negro!
Preciosa la poesía de Andrés Eloy Blanco. Enhorabuena a todo el equipo de CAI por organizar tan bonito evento.